La fisioterapia juega un papel fundamental en el manejo de enfermedades crónicas. La fisioterapia es capaz de proporcionar intervenciones personalizadas para cada paciente para mejorar su calidad de vida y reducir los síntomas asociados con estas condiciones.
En enfermedades cardiovasculares, como la insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial o enfermedad arterial periférica, la fisioterapia ayuda a los pacientes a mejorar la resistencia, la función cardíaca y la circulación sanguínea gracias a ejercicios supervisados y educación sobre estilo de vida saludable.
Para enfermedades respiratorias, como el asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o la fibrosis pulmonar, la labor de la fisioterapia puede conseguir la mejoraría de la función pulmonar, la capacidad de ejercicio y el control respiratorio gracias a técnicas y ejercicios de respiración.
En enfermedades musculoesqueléticas, como la artritis, la osteoporosis o la fibromialgia, los y las fisioterapeutas proporcionan terapia manual, ejercicios terapéuticos e, incluso, herramientas y técnicas de gestión del dolor para ayudar a reducir el dolor, mejorar la movilidad y promover la función física.
Para enfermedades neuromusculares, como el Parkinson, la esclerosis múltiple, fibromialgia o Alzheimer, los pacientes que las padecen pueden mejorar su movilidad, la fuerza muscular, su coordinación y la función del equilibrio a través de programas de ejercicio específicos, técnicas neuromusculares y entrenamientos de marcha.
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