A veces no hace falta correr una maratón para que el cuerpo empiece a quejarse. Basta con un mal gesto, unas zapatillas que no acompañan, o simplemente, llevar demasiado tiempo ignorando señales. Si últimamente sientes un dolor punzante en la parte trasera del tobillo, como si te tiraran de una cuerda tensa al caminar o subir escaleras, puede que estés lidiando con una tendinitis en el tendón de Aquiles. Y sí, tiene tratamiento. Pero más te vale actuar pronto, porque dejarlo correr no es buena idea.
El tendón de Aquiles es como ese amigo que siempre carga con todo pero rara vez se queja. Une los músculos de la pantorrilla con el talón y soporta impactos cada vez que corres, saltas o incluso cuando das un paseo a paso ligero. Es resistente, sí. Pero no es de hierro.
La tendinitis aparece cuando ese tendón se inflama. Puede que el dolor comience poco a poco, como quien no quiere la cosa. Unas molestias al empezar a andar, una sensación de rigidez por las mañanas, como si tu tobillo se hubiera oxidado durante la noche. A veces, incluso se enrojece la zona o se forma un bulto pequeño. Todo eso son señales de alarma.
Lo curioso es que muchas personas intentan aguantar el tirón. Se dicen “ya se pasará”, o “solo es un tirón tonto”. Y mientras tanto, el tendón sigue recibiendo castigo. No es raro que lo que empezó como una leve inflamación acabe en una lesión crónica o en una rotura parcial, especialmente si no se aborda a tiempo con el tratamiento adecuado.
Vamos al grano. Si buscas cómo tratar la tendinitis en el tendón de Aquiles, lo primero es saber que no existe un único camino para todos. Pero sí hay pasos comunes que suelen dar buen resultado si los sigues con cabeza y sin prisas.
Nada de “me lo tomo con calma pero salgo a trotar un poco”. No. Aquí descansar significa parar, al menos durante los primeros días. Si fuerzas, lo pagas. Es el momento de darle tregua al tendón para que empiece a desinflamarse.
Una bolsa de hielo envuelta en un paño, unos 15 minutos cada dos o tres horas. Puede parecer un remedio de la abuela, pero sigue siendo una de las formas más eficaces de bajar la inflamación en las primeras fases.
Siempre bajo indicación médica, claro. Los AINEs (antiinflamatorios no esteroideos) pueden ayudar a reducir dolor y edema. Y hay geles tópicos que, aplicados con un pequeño masaje, hacen su trabajo sin necesidad de tragar pastillas.
Aquí es donde entra en juego la fisioterapia. Concretamente, los ejercicios excéntricos del tendón de Aquiles. Se trata de movimientos en los que cargas el peso mientras el músculo se alarga. Puede sonar contradictorio, pero este tipo de ejercicios ayudan a reestructurar las fibras del tendón. No son cómodos, pero funcionan. Eso sí, nada de improvisar. Hazlos bajo supervisión.
Si llevas mucho tiempo entrenando sobre superficies duras o usando calzado con poca amortiguación, toca hacer cambios. A veces, unas plantillas personalizadas o un pequeño alza en el talón pueden aliviar la tensión en el tendón y marcar la diferencia.
En casos más rebeldes, se puede valorar el uso de técnicas como la electrolisis percutánea intratisular (EPI), la punción seca o incluso la terapia con ondas de choque. Todo esto debe decidirlo un especialista, tras valorar el estado del tendón.
Y si estás pensando en infiltraciones de corticoides, cuidado. En el caso del tendón de Aquiles, su uso está muy limitado, ya que pueden debilitar el tejido y aumentar el riesgo de rotura.
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Una vez que logres mejorar, lo último que quieres es volver a pasar por lo mismo. Aquí la prevención es tu mejor aliada. No hace falta que te conviertas en un obseso de la ergonomía, pero sí conviene prestar atención a ciertos detalles.
No empieces a correr en frío como si nada. Dedica al menos cinco o diez minutos a preparar el cuerpo. Unos saltitos, movilidad de tobillo, estiramientos suaves. Lo justo para que el tendón sepa que se viene algo.
Si un día te levantas y notas el tendón cargado, no pasa nada por modificar el entrenamiento o incluso saltártelo. Mejor un día de pausa que dos semanas de baja.
Un mal apoyo puede castigar mucho más de lo que crees. Si sueles tener molestias recurrentes, una visita al podólogo deportivo puede ser muy reveladora.
Lo más peligroso no es la tendinitis en sí, sino tu empeño en seguir como si nada. El tratamiento funciona, pero solo si pones de tu parte. Ignorar el dolor no te hace más fuerte. Solo te acerca a una lesión mayor.
¿Te duele el tendón? Pues escúchalo. No te está hablando por gusto. Ponte manos a la obra antes de que el pinchazo se convierta en un problema serio.
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