Si estás buscando en la web "dolores musculares embarazo", es muy probable que estés pasando por uno de esos días en los que el cuerpo te está pidiendo tregua. Y es que, entre el cansancio, los cambios físicos, las molestias varias y el no parar del día a día, estar embarazada puede ser un auténtico desafío.
Así que tranquila, que no estás sola: sentir dolor muscular en distintas zonas del cuerpo durante la gestación es más común de lo que pensamos, desde el primer trimestre hasta el tercer trimestre del embarazo.
Durante las primeras semanas, puede que ya notes alguna que otra molestia por los cambios hormonales, el dolor de cabeza que aparece sin avisar o incluso esa sensación de mareo que te pilla de improvisto cuando estás haciendo la compra o subiendo las escaleras.
Todo forma parte del proceso, y aunque es un rollo, muchas veces es normal el dolor en ciertas zonas, sobre todo si hablamos de la parte baja del abdomen, la cintura o la espalda. Es el cuerpo preparándose para lo que viene, con un montón de ajustes por dentro que no se ven pero se notan, vaya si se notan.
A medida que va avanzando el embarazo y el bebé crece, también lo hacen la presión del útero, el peso extra y esa sensación constante de ir hasta arriba. Y claro, eso repercute directamente en los músculos.
Lo más típico es notar dolor muscular en la espalda, sobre todo en la parte baja, como si hubieras estado todo el día cargando cajas. También es muy común que empieces a notar malestar en las piernas, entumecimiento o pinchazos raros en las articulaciones, y todo eso puede intensificarse especialmente en el tercer trimestre.
Además, el centro de gravedad del cuerpo cambia por completo, lo cual afecta directamente a tu postura. Sin darte cuenta, empiezas a caminar con la espalda arqueada, echando el cuerpo hacia atrás para compensar el crecimiento de la barriga. Eso provoca que los músculos trabajen de más, y si no tienes un buen soporte, como calzado adecuado o un cojín de lactancia al dormir, el dolor muscular no tarda en aparecer. Vamos, que entre el cansancio, el peso, la mala postura y la tensión, acabas que no das abasto.
Durante el embarazo, lo más normal del mundo es que te empiece a doler la espalda, especialmente la zona baja. Y no es de extrañar, porque entre el peso que vas ganando y el cuerpo que va cambiando a marchas forzadas, es como si estuvieras todo el día cargando con una mochila que no te puedes quitar. El útero va creciendo poco a poco, y claro, empieza a apretar músculos, vértebras y todo lo que pilla a su paso. Así que si notas tirantez, rigidez o ese típico pinchazo en la espalda baja cuando llevas un rato de pie o te sientas mal, tranquila, es bastante habitual.
Encima, para rematar, durante la gestación se aflojan las articulaciones de la pelvis (porque el cuerpo se va preparando para el parto) y se dispara una hormona llamada relaxina que, aunque hace su trabajo, también deja la zona de la espalda algo más floja. Por si fuera poco, el centro de gravedad te cambia por completo —literalmente te vas echando hacia atrás sin querer— y acabas caminando de una forma rarísima para compensar. Eso, como es lógico, también acaba pasándote factura.
Ahora bien, si notas que el dolor es muy fuerte, que no se va ni con descanso, o que ya empieza a limitarte el día a día, no lo dejes pasar y consulta con tu médico. Hay un montón de cosas que se pueden hacer: ejercicios para fortalecer, fisioterapia, masajes específicos, aplicar calor o frío en la zona... Incluso en casos más serios, te pueden pautar medicación segura para ti y el bebé.
Mientras tanto, intenta cuidar la postura todo lo que puedas (aunque sé que no es fácil con la barriga), no te tires horas de pie o sentada sin moverte, usa zapatos cómodos de verdad —nada de cuñas imposibles ni chanclas sin sujeción— y, si puedes, muévete un poco cada día. Caminar, nadar o hacer yoga prenatal te puede venir de perlas para descargar la espalda y sentirte algo más ligera.
Otro síntoma muy habitual en cualquier etapa de la gestación es el dolor de cabeza. Puede aparecer por el estrés, la falta de sueño o simplemente por los cambios hormonales, y suele ir acompañado de esa sensación de estar “espesa”, sin energía. A veces, el cansancio es tan grande que cuesta hasta levantarse del sofá. Y eso, unido a los mareos o a la sensación de que las piernas no te responden, puede hacer que estés más torpe o que te falte el equilibrio en ciertas posturas.
Muchas mujeres también notan inflamación en tobillos y pies, sobre todo al final del día. No es raro llegar a casa con los pies como botijos después de haber estado trabajando o simplemente haciendo recados. Y si hablamos de la compresión final del embarazo, ya ni te cuento: el útero presiona tanto que a veces cuesta hasta respirar o sentarse cómoda. Todo suma, y claro, el cuerpo se resiente.
Durante el embarazo, es bastante habitual que empieces a notar molestias en las piernas y en las articulaciones. Y no es que te estés volviendo delicada ni nada por el estilo —es que entre las hormonas revolucionadas, el peso que vas cogiendo y el cuerpo que va cambiando, al final no hay quién lo lleve todo sin notar algo. A continuación te cuento algunas de las cosas más comunes que suelen pasar:
Para sobrellevar todo esto lo mejor posible, lo ideal es que te mantengas activa —ojo, no hace falta que te pongas a correr una maratón— pero sí moverte un poco cada día: caminar, hacer algo de yoga prenatal o estiramientos suaves. Una dieta equilibrada también ayuda bastante, sobre todo si vigilas la sal y bebes suficiente agua. Y si ves que el dolor es muy fuerte o que las molestias no remiten, no te lo pienses dos veces y ve al médico. No es cuestión de aguantar por aguantar: cada cuerpo es un mundo y lo importante es que tú estés bien.
Lo primero y más importante: escúchate. Si notas que algo no va bien, que el dolor muscular es más fuerte de lo normal o que estás muy incómoda, consulta con tu médico. Pero también hay muchas cosas que puedes hacer por tu cuenta para sentirte mejor.
Una buena opción es aplicar calor local en la zona donde tengas molestias. Puede ser con una bolsa térmica, una manta eléctrica o incluso un baño caliente, que además viene genial para relajarte. También puedes probar con masajes suaves, siempre mejor si son de la mano de un fisioterapeuta especializado en embarazo. Ellos saben exactamente cómo tratar el cuerpo durante esta etapa, y pueden ayudarte a aliviar contracturas, tensión o dolor muscular acumulado.
Dormir bien es fundamental, aunque sabemos que durante el tercer trimestre eso de dormir del tirón es casi misión imposible. Un cojín de lactancia entre las piernas puede hacer maravillas: ayuda a alinear la espalda, reduce la presión del útero sobre la pelvis y mejora la circulación. Además, mantener una rutina de descanso, evitar pantallas por la noche y crear un ambiente relajado en la habitación te puede ayudar a dormir algo mejor.
Por último, el movimiento. Aunque estés más cansada de lo normal, hacer algo de ejercicio moderado puede ser justo lo que necesitas. Caminar, hacer yoga prenatal, nadar o incluso ejercicios de estiramiento suave pueden mejorar muchísimo tu estado físico y anímico. Te ayudará a liberar tensiones, a ganar fuerza en zonas clave como la espalda o la pelvis y a recuperar el equilibrio que tanto se pierde con el cambio de peso.
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