Durante el primer año de vida, el desarrollo motor del bebé es uno de esos temas que conviene tener muy presentes. No se trata solo de ver cuándo empieza a gatear o a caminar, sino de entender que es un proceso gradual y lleno de matices en el que el peque va descubriendo cómo moverse, coordinarse y explorar el mundo a su ritmo.
El desarrollo motriz es clave porque está conectado con otras facetas, como el lenguaje, las emociones o la forma de relacionarse con los demás.
El desarrollo motor es el proceso por el que el bebé va aprendiendo a controlar su cuerpo. Desde levantar la cabeza hasta coordinar brazos y piernas para moverse por sí mismo. Es decir, el paso de esos primeros movimientos reflejos a otros mucho más intencionados y coordinados, como los que hace un adulto.
En los primeros años, el desarrollo motor es importante porque es la base de cómo el bebé explora, aprende y se relaciona. Si puede moverse con soltura, tendrá más oportunidades de jugar, interactuar y descubrir cosas nuevas. Los padres jugáis un papel esencial: no hay que tener prisa, sino acompañarle en cada etapa y ofrecerle un entorno seguro y estimulante.
Aunque muchas veces se confunden, no son exactamente lo mismo. El desarrollo físico-motor se refiere más a los cambios corporales como el crecimiento o la fuerza. El desarrollo motriz va más por la parte funcional, cómo se mueve el peque y con qué calidad lo hace.
Mucho. Si el niño tiene dificultades para moverse, eso puede afectar su forma de comunicarse, de relacionarse o incluso a su autoestima. Por eso es fundamental observarle y estar atentos.
El desarrollo motor avanza por fases, y cada una viene con sus propios logros. Aunque cada niño tiene su ritmo, hay algunos hitos que suelen coincidir en ciertas edades. Lo importante es ver su evolución y, si algo nos hace dudar, comentarlo con un profesional.
Al principio, el peque está dominado por los reflejos. Aún no controla bien sus movimientos, pero ya empieza a levantar un poco la cabeza si está boca abajo. Es un primer avance.
En este mes empieza a sostener la cabeza un poco mejor. La flexión de brazos y piernas se va relajando, y aparecen los primeros movimientos voluntarios, como intentar tocar cosas.
Se nota mejora en la coordinación. Empieza a girar la cabeza si oye un ruido, se queda mirando las manos con curiosidad, y su cuerpo está más estirado, ya no tan recogido como al principio.
Durante el quinto mes, es posible notar una mejora significativa en la coordinación del bebé. Comienza a reaccionar girando la cabeza si escucha algún ruido, muestra curiosidad al mirar sus manos y su postura corporal se vuelve más erguida, ya no tan encogida como al principio.
En el sexto mes, es probable que estas habilidades se sigan desarrollando, con el bebé demostrando mayor interés en su entorno y mostrando una mayor destreza en sus movimientos. Por ello, es importante seguir estimulando su desarrollo a través de juegos y actividades apropiadas para su edad.
A estas alturas, muchos ya se sientan solos o casi. Empiezan a moverse más: arrastrándose, gateando... También mejoran mucho en la coordinación ojo-mano y manipulan objetos con soltura.
Son los movimientos más amplios, como rodar, sentarse, gatear, andar... En el segundo trimestre del año, se nota cómo el tronco y la cabeza van ganando fuerza, lo que permite que el bebé se mantenga más firme.
Aquí hablamos de movimientos más precisos: con las manos, los dedos... Coger cosas, pasarlas de una mano a otra, llevárselas a la boca. Todo eso requiere tiempo y muchas repeticiones.
Desde gatear hasta caminar, correr o saltar, cada hito necesita su momento. Abotonarse llega mucho más adelante, pero empieza cuando el peque intenta agarrar un juguete. Todo suma.
Observa si gana fuerza, si mantiene bien la postura, si usa por igual ambos lados del cuerpo... y, sobre todo, si muestra interés por moverse y explorar lo que le rodea.
Esto es un proceso que va paso a paso, siguiendo un orden bastante lógico. Primero la cabeza, luego el tronco, brazos y piernas. No se puede forzar: cada niño tiene su ritmo.
Agarrar un sonajero, empujarse con los brazos, llevarse algo a la boca... Son pequeños gestos del día a día que dicen mucho sobre su evolución.
Si ves que algo no cuadra, no hay que alarmarse. Pero si algo te llama la atención o ves que va mucho más lento de lo esperado, mejor comentarlo con un especialista. Cuanto antes, mejor.
En el cuarto mes, ponle boca abajo un rato para fortalecer cuello y espalda. En el quinto, anímale a girarse. En el sexto, deja juguetes cerca para que intente cogerlos. Cada pequeño esfuerzo cuenta.
Juguetes con texturas, pelotas blanditas, libros de tela... o simplemente tus manos y tu voz. Lo esencial es que tenga un entorno seguro donde pueda investigar y jugar.
Respeta su ritmo, no abuses de hamacas o andadores, deja que pase tiempo en el suelo y anímale a moverse libremente. Eso es justo lo que necesita.
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